CIEN AÑOS DE SOLEDAD

Uno suele alucinar de determinadas noticias.

 

Quizás la información de que un anciano llegue a los cien años, a estas alturas, no sea algo extraordinario. La esperanza de vida en estos momentos se está prolongando a pasos agigantados y cada vez son más seres humanos los que consiguen llegar a las tres cifras.

 

Yo, a través de mi abuela – María Vilar Roca – fui testimonio en primera persona de ello y es uno del montón de buenos recuerdos que conservo de ella.

 

Aunque ella aparentara una cierta normalidad e intentara no dar mucho bombo al hecho, lo cierto es que seguro que en su interior gozó por poder alcanzar esa edad, sobre todo y como solía recordar con asiduidad, con la mente clara y los recuerdos presentes.

 

Por eso cuando veo una noticia como la que aparece en el Diario del Altoaragón –adjunto enlace- noto bastante tristeza.

 

A diferencia de otras culturas, la occidental se empeña en apartar a nuestros mayores y dejarlos a un lado en pro del progreso … casi ná!

 

Hoy se citaba a Domitila Castañeda de Sabiñánigo que –citando el pie de foto- se encontraba “rodeada de sus compañeros de la residencia, sopló las velas”.

 

Respeto y valoro muy positivamente el trabajo que se está haciendo en la mayoría de las residencias de ancianos en España pero creo que la celebración de Domitila dista mucho de la que tuvo en su día mi abuela rodeada de su familia y seres queridos.

 

¿Hasta cuándo vamos a argumentar que lo mejor para nuestros mayores son las residencias privadas? ¿No vamos a aprender de otras culturas, como la oriental, en la que sigue contando con los octogenarios hasta los últimos días? ¿Quiénes nos creemos para decidir que nuestros conocimientos son infinitamente más importantes que los adquiridos por nuestros ancestros a base de experimentar?

 

No se molesten en contestar, son preguntas retóricas.

 

En la página de rtve.es he encontrado a esta señora (Rita Levi-Montalcini) que llegó a la cifra mágica.